Reseña de “La inocencia” de Felipe Polleri



Algo tienen las familias poco convencionales que nos atrae tanto como asomarnos a un abismo. Aparte de lo que decía Tólstoi, lo cierto es que la literatura se ha nutrido siempre de las relaciones deterioradas entre padres, hijos y hermanos. Desde Kafka a Los Soprano, nada nos parece tan secretamente satisfactorio como observar las miserias ajenas. Bien porque son como las nuestras, bien porque son las que escondemos detrás de nuestro árbol familiar o incluso porque querríamos ser así.

Felipe Polleri consigue trasmitirnos todo eso y más con su estilo mordaz y su literatura acorralada. En sus propias palabras, consiste en poner a los personajes contra las cuerdas y ven cómo se enfrentan con el mundo, si lo hacen a puñetazo limpio o si esconden la cabeza.

En este contexto se desarrolla La inocencia (Editorial :Rata_) donde se narra la vida de una familia que vive en Pocitos, barrio de clase alta de Montevideo en la que los padres esperan con vehemencia que los hijos sigan sus pasos en la vida. Notarios, abogados, empresarios, cualquier cosa antes de la que todos los vástagos eligen ser: locos. Algunos se disfrazan y aparecen en el portal, donde un conserje impasible les devuelve a la intimidad del hogar antes de que se den cuenta los vecinos. Y otros deciden arrojarse por el balcón (claro que esperando su turno, porque a veces se tienen varios suicidas delante).

Otros deciden también rebelarse contra el establishment familiar y ser ventrílocuos, profesión que siempre han adorado desde pequeños. Gracias a la introducción de estos muñecos, asistimos a un desdoblamiento en la segunda parte del libro, en la que se nos narra lo que podía haber sido la vida del protagonista, en un increíble ejercicio de estilo y de dominio de la técnica literaria.

Y es que Polleri, ermitaño de su esquina uruguaya, en la que reside desde hace treinta años, concentra algunas de las mejores cualidades de la literatura más rabiosa. Su sarcasmo, su forma de ver la vida, su concepto de la literatura (si no se da todo no merece la pena, como le contesta a Ruben A. Arribas en el prólogo), le convierten en un autor verdaderamente interesante, cuyo defecto es, precisamente, ser poco conocido.

Esta edición viene a subsanar en parte este problema. Aparte de la novela propiamente dicha, contiene el ya citado prólogo de Rubén A. Arribas, descubridor de este portento, una entrevista en la que el autor se explaya con sus ideas sobre la literatura y la vida, y unas cuantas fotografías obra de Laura Caorsi en las que se lleva parte del alma del autor. Sobre estos presupuestos tan apetecibles, Felipe Polleri se nos aparece como un autor poco convencional, lo cual es de agradecer en estos tiempos en los que en la literatura parece que está todo dicho.  

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