Reseña de “Todo lo que ya no íbamos a necesitar” de Maite Núñez

Con Cosas que decidir mientras se hace la cena, Maite Núñez irrumpía en el panorama de los relatos con fuerza, y anunciaba de alguna manera lo que iba a ser este nuevo libro, Todo lo que ya no íbamos a necesitar (Editorial Base). Pero que nadie se llame a engaño. Si bien ambas obras tienen como telón de fondo un universo común, el de San Cayetano, sus playas y sus dunas, este segundo hace menos concesiones que el primero. Si en su ópera prima la autora nos enfrentaba a divorcios, enfermos de cáncer o lentillas mal puestas, en este nos sumergiremos en escenas sobre la familia. Entendida ésta en su sentido amplio y (con frecuencia) poco positivo.

Por sus páginas desfilan matrimonios a punto de divorciarse, otros que ya lo están y sobre ellos penden asistentes sociales, parejas que emprenden obras en casa, enfermeras pediátricas que usan la miseria del mundo para justificarse, madres que empiezan a perder la cabeza y que dejan de ser bien vistas socialmente, etc. Una característica notable de este libro es que los relatos suelen empezar in media res y terminar de la misma forma. Conforman una foto fija en un momento dado, un retrato de familia (que suele ser disfuncional) o un bodegón de miserias cotidianas. Y ya está. Maite nos narra su situación sin hacer concesiones, con pulso de cirujano, pero sin tomar partido por ningún personaje. Se limita a narrarnos, sin sentimientos ni sentimentalismos cómo son los personajes que pululan por sus paginas. No juzga ni condena. Simplemente, deja que las acciones hablen por los personajes.

Tal vez la única excepción a esta norma la constituyan los niños, verdaderos bastiones de inocencia y víctimas injustas del mundo que nos rodea. No sólo de todo lo malo que escapa a nuestro control, sino también de las miserias cotidianas: divorcios, abandonos, asistentes sociales, madres o padres que buscan recuperarlos. A este respecto, quizá los mejores del libro sean Hijo mío. Niño mío y Parábolas en el aire. Son los dos últimos y también los dos que más duelen. Conforman un final del libro muy digno. 

Y todo ello sin desmerecer el resto de relatos que, como hemos apuntado nates, cuentan historias de personajes que podemos ser cualquiera de nosotros o cualquiera de nuestros familiares o amigos. Son personas que hacen lo que pueden cuando las circunstancias les son adversas, que intentan sobrevivir en un mundo que suele ser feo e injusto y que se lleva parte de nuestra esencia con él. Es cierto que es un libro al que se le ha acusado de ser triste, pero también es verdad que ese poso de amargura es necesario para que las historias nos calen. Todo lo que ya no íbamos a necesitar es un libro que nos sigue acompañando después de haberlo terminado, de haber cerrado las tapas. Y uno sólo quiere permanecer en sus páginas y al mismo tiempo, huir de San Cayetano.  

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